Algunas veces los recuerdos son muy perros, se instalan dentro y no hay manera de sacarlos. O se inventan de la nada o surgen en momentos distintos y se funden como uno solo. Por ejemplo, se funden indisolublemente el coronel Taylor y el capitán Armstrong.
El Planeta de los Simios, de cuyo estreno en Estados Unidos y en España se han cumplido 50 años estos días, el 3 de abril en EE.UU. y el 6 de junio en nuestro país, ha sido vista como una película llena de interpretaciones. Desde el miedo a la tecnología en plena escalada armamentística nuclear hasta la denuncia del racismo, desde el canto a la juventud rebelde de los 60 –“no creas a nadie mayor de 30 años”, dice Charlton Heston en su papel del coronel Taylor-, hasta la crítica de la religión como guía de la ciencia en el papel del orangután doctor Zaius, y de todo ello había en la cinta. Vi la película entonces y recuerdo la impresión que me causó, reflejada en que no paraba de contársela a todo el mundo; pero, desde luego, entonces no fui consciente de ninguna de esas interpretaciones.
En los primeros días de octubre de 1969, pocos meses después de haber estado en la Luna, Armstrong, Aldrin y Collins hicieron una visita a España dentro de una gira por 24 países como “mensajeros de la paz”.
El 7 de octubre de aquel año se celebró, en el auditorio del Ministerio de Información y Turismo, una “multitudinaria rueda de prensa” con algo más de 100 periodistas y mucho público. Yo, a mis 9 años, estuve allí. Recuerdo la cazadora verdosa que llevaba –picaba un poco- y la presencia de mi hermano Josema, que me llevó, supongo, gracias a unas invitaciones que tendría mi padre.
Veo en las crónicas que se proyectó una película de unos veinte minutos sobre la carrera espacial, que iban comentado los tres astronautas. Sin embargo, llevo muchos años convencido, y convenciendo, de que yo había visto El Planeta de los Simios con Armstrong, porque, parece, había sustituido la imagen real del viaje espacial por la de ficción simiesca. Para mi Charlton Heston y Neil Armstrong llevan mucho tiempo unidos indisolublemente. Pero era mentira.
Los dos acontecimientos, la película y el recuerdo de los astronautas, juntos o por separado, incrementaron mi interés por la ciencia y la tecnología, por contarla, por ser periodista científico. Supongo. A los nueve años nunca se sabe.