Martes, 24 de febrero del 2015. Mientras en el Congreso de los Diputados se preparan para el debate del estado de la nación, de esta o de otra imaginaria, algunos afortunados -con el dedo rápido para apuntarse- de la AECC (la Asociación Española de Comunicación Científica) hemos visitado el MAN, (el Museo Arqueológico Nacional). Nada más entrar te recibe Lucy, según la copia exacta del original y hecha con licencia del propietario.
El paseo es fantástico. Sobre todo si, gracias a la amabilidad de Carmen Ordónez, responsable de prensa del MAN, las explicaciones las dan los expertos de cada tiempo: prehistoria, mundo romano, los andalusís, los austrias mayores y el laboratorio de restauración. Una pieza en cada zona, dos como mucho, y aún así, dos horas y media. Pero dos horas y media de mucho disfrute.
Por ejemplo, es emocionante ver una estela con los dos primeros versos de la Eneida
y una moneda con la efigie de Claudio. ¿Qué se pagó con ella? ¿Quien sudó por tenerla, quien la disfrutó? ¿A quién mataron por su causa?
Ocho siglos después, uno puede ver un espectacular astrolabio cordobés hecho por el Velázquez de los astrolabios, según la experta guía. Y con el añadido de ver a Ignacio Fernández Bayo detrás del cristal.
Y, dos pasos más allá, otros seis siglos de nada, una máquina de calcular fabricada en el siglo XVII, un ábaco neperiano o prontuario que es un alarde de ingenio y de trabajo.
En la caja fuerte, además de monedas diversas, está esta edición de 1479 de los Elementos de Euclides. En perfecto estado.
El paseo termina en el laboratorio donde, tras quejarse de lo mal que está todo y de las dificultades para conseguir medios, las técnicas hacen un trabajo notable tanto en restauración como, pensando en el futuro, en prevención de la restauración. Se trata de evitar que sus colegas del futuro, dentro de unos años, o de unos siglos, encuentren todo hecho un asco. Y allí, en el laboratorio, está este sarcófago que dan ganas de llevarse a casa y hacer con él una lámpara o así.
A Óscar Menéndez le gustó mucho.
Adios, reina. Y cuidado con los bichos, que ya tienes una edad.